miércoles, 9 de mayo de 2007

EL DILEMA DE LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA


Caracas, / FDA. 09/05/07 por Darwin Jaramillo, Internacionalista, Asesor Parlamentario.

Después del proceso de independentista hispanoamericano emprendido entre 1810 y 1830, las ex colonias españolas cayeron en el dilema de la mancomunidad o el individualismo. El sistema comercial impuesto por la corona española de intercambio exclusivo entre las colonias y la metrópoli, impidió una interacción económica entre las capitanías y los virreinatos, hecho que no se produjo en las colonias inglesas de Norteamérica, en donde la cooperación e intercambios entre las 13 colonias permitió satisfactoriamente su consecutiva federación. Este antecedente de falta de dinamismo en relaciones distintitas a las militares, provocó que proyectos de unión como el de la República de (la Gran) Colombia, fueran desmembrados por la primacía de los intereses particulares de las oligarquías de las ex colonias.

Los intentos de integración política, económica y militar plasmados en el Tratado de Liga, Unión y Confederación Perpetua, establecido en el Congreso de Panamá (1826) y que de igual forma se vieron presentes en los congresos de Tacubaya (México, 1833), Lima (Perú, 1847), Santiago de Chile (Chile, 1856) y Lima (Perú, 1864), fueron ejemplos de un espíritu de comunión entre las nuevas naciones, pero que fue amenazado y debilitado por los intereses económicos egoístas, los temores de las clases políticas y caudillos de perder preponderancia y los intereses ingleses juntos a los de los norteamericanos por mantenernos separados. Estas fueron las causas que impidieron la consolidación del proyecto integrador en nuestra región.

Lamentablemente este espíritu de unión sembrado por El Libertador, Simón Bolívar, desde su Carta de Jamaica, fue desgastándose por el deseo de convertir a las nuevas naciones en los feudos de nuevas clases de opresoras. Esta irónica realidad de cambiar al opresor español por un nuevo opresor criollo, mantuvo a nuestros pueblos aislados de sus hermanos latinoamericanos al impedir el desarrollo de medios de comunicación entre la naciones y al mantener un poco intercambio comercial entre las mismas, ya que las relaciones económicas se fundamentaban en mantener el intercambio con Europa y su modernidad.

Fue hasta la llegada del ímpetu imperialista norteamericano con la convocatoria de las Conferencias Interamericanas, con su primera edición en 1889, que la cooperación en el continente fue desarrollando forma. Es así como la doctrina Monroe se logra imponer al sueño bolivariano, conformándose un sistema de alianza que permitió la preponderancia estadounidense disfrazada en un supuesto concierto americano. Este modelo de cooperación política se ha seguido mintiendo en nuestros días, pero agotándose consecutivamente a la vez que se demuestra la farsa que en verdad es, siendo su hecho más emblemático la no puesta en marcha del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR), establecido en la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente realizado en Río de Janeiro en 1947, por el caso de la Guerra de la Malvinas, único hecho evidente de agresión extracontinental después de firmado el tratado y de constituida la OEA.

Con este mismo sentido de dominación o cooperación con el imperio, surge en la primera Cumbre de las Américas (1994) la iniciativa del Área de Libre Comercio para las Américas. Esta alternativa buscaba llevar a cabo uno de los objetivos originarios de las Conferencias Interamericanas y de la Doctrina Monroe, de consolidar la dominación económica atrayendo a los demás países del continente a un supuesto acuerdo de cooperación comercial. Afortunadamente los países latinoamericanos y sobre todo los caribeños, se dieron cuenta de la trampa en que iban a caer y más al ver los desastres que el modelo neoliberal produjo en Argentina.

En lo que respecta a la integración económica, latinoamericana adoptó modelos y mecanismos que obviaban la realidad de sus pueblos y economías, siendo el primero intento latinoamericano la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), establecida en Montevideo, Uruguay, en 1960. Este primer intento se enrumbó al fracaso al no abordar desde un principio las disparidades y desigualdades económicas que existían en la región, además de la falta de voluntad política de constituir un verdadero proceso de integración regional, esto gracias a la mirada inquisitiva de la superpotencia del norte. Ante el fracaso de la ALALC fue conformada en 1980 la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), con menos miembros que la anterior.

Ante los fracasos de la integración regional, se empieza a llevar a cabo la integración subregional, siendo un ejemplo de la misma el Acuerdo de Cartagena (1969), llamado en sus inicios Pacto Andino para luego determinarse como Comunidad Andina. Otros ejemplos de la misma son el Mercado Común Centroamericano (MCCA) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Estos nuevos intentos de integración económica estuvieron orientados en la cooperación entre países con patrones económicos y comerciales similares, para evitar que grandes desigualdades lleven a cabo un integración desventajosa para los miembros más pequeños.

Los problemas de estos modelos de integración fue y ha sido su espíritu neoliberal y de imitación al modelo europeo. Estos procesos de integración en la región buscaron establecer una integración por escalafones al estilo de la Unión Europea, pero obviando la importancia que los factores sociales, políticos y culturales juegan en la integración, llevando a cabo un proceso en donde las comunidades no se veían involucradas estableciendo una nula identidad y hasta desconocimiento, con el proceso que se llevaba cabo.

En la actualidad este dilema por encontrar un proceso de integración idóneo a la situación latinoamericana, esta desarrollando nuevos debates y propuestas que se están materializando. Por fin los líderes de la región han entendido la necesidad de una integración entre pueblos hermanos, sin la necesidad de depender de la orientación norteamericana, lo cual ha hecho surgir la voluntad política que nuestros Próceres infundaron al soñar con nuestras naciones unidas, permitiendo crear iniciativas de integración integral, más allá de lo comercial, como la integración energética, con el Gran Gaseoducto del Sur; la integración financiera, con el Banco del Sur; la cooperación solidaria y complementaria, con el ALBA, y con el proyecto de integración suramericana, UNASUR.

Este dilema presta un escenario para una amplia discusión, pero antes de iniciarla es necesario reconocer nuestra historia, estudiar nuestras realidades y entender que debemos desarrollar procesos propios en concordancia con las necesidades de nuestros pueblos.

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